Por: JOSÉ JULIÁN SIRPATICO
Eraba una vez, en los campos de los Andes. Allí el silencio emergía en
las
montañas, que coronaban el imponente altiplano donde se guardan los recuerdos
del hombre andino. El
viento hacia escuchar su fuerza, sss sss sss…
El gallo con su coro de
madrugada, ¡quiquiriquí!, despertaba a los pobladores, el día empezaba bajo en
reinado del sol… a lo
lejos se oían los silbidos de los pájaros, ¡pío, pío, pío!;
en son de réplica la gallina ha cloquear ¡cloc, cloc!, ¡cloc, cloc!, ¡cloc,
cloc!; y el quejido mugido de la vaca ¡muuu, muuu!, ¡muuu, muuu!, llamando a su
cría y esta, se incorpora al dialogo desde lejos ¡meee, meeee!, ¡meee, meee!
Desde los arbustos y muy cerca de
la mansión, la perdiz espiaba con su ajeo inquieto ¡aj, aj, aj!, ¡aj, aj, aj!,
¡aj, aj, aj!; recogía con cuidado su grano para calmar su hambre; todos se
encontraban a un latido de quejas...
La briza de la mañana refrescaba,
el calor de la discusión de los animales que reclamaban la ausencia de los
amos, el hambre era notable, nadie entendía la protesta de su misma especie… el
cielo con su cúpula celestial acogía otra vez mas sin reclamos contemplando los
campos áridos con hilillos de agua q reflejaban los pastizales de los pantanos…
Dentro del muro aburrido el
perro, trataba de ocultar su enojo tras el maullido del gato ¡miau, miau!, y lo
acechaba con su ladrido ¡guau, guau!, ¡guau, guau!, ¡guau, guau!; otra vez el
gallo con su coro interrumpía el juego ¡quiquiriquí!, ¡quiquiriquí!; y todos
molestos se callaron…
A unos pasos, se encontrá base el
establo de los caballos y yeguas, ellos aburridos por los zumbidos de las
abejas zzzzzzzzz, zzzzzzzzz… y las moscas rrrrrrrrrr, rrrrrrrrrr… agitaban sus
colas, mostrando su disgusto; mientras las que tejían su red de ceda, en lo
alto del muro, felices contemplaban a las bulliciosas, eran las arañas…
Los vecinos de los equinos,
también se quejaban con su balido ¡beee!, ¡beee!, y otras ¡baaa!, ¡baaa!,
¡baaa!, y los demás del rincón, otra vez ¡beee!, ¡beee!, declaraban su copla de
ovejas abandonas; a afueras del corral el trataba de clamar su hambre con
mordiscar ñam, ñam, ñam, ñam, ñam, ñam… un viejo zapato secado por el astro
rey, otra vez el gallo con su coro, interrumpía el diversión ¡quiquiriquí!,
¡quiquiriquí!; recordaba la hora del día…
En una parte de la azotea, el
gato, trataba de dormir con su ronroneo rrr rrr rrr, rrr rrr rrr, rrr rrr rrr…
y olvidar así el caos y la bulla de los demás, en las distancia de aquella
mansión, el silencio se apoderaba entre las montañas, el viento reforzaba su fuerza, sss sss sss…
algunas veces sacando silbidos a las pajas bravas y tolas…
A las orillas de los pantanales,
las rana iniciaban su concierto ¡croac!, ¡croac!, ¡croac!, ¡croac!, ¡croac!,
¡croac!,… mientras los parpeos ¡cua, cua, cua!, ¡cua, cua, cua!, de los patos y
de los cerdos con su gruñido ¡oenc, oenc!, ¡oenc, oenc!, ¡oenc, oenc!, y los
golpes de agua de la escarcha ¡paf!; ¡zas!, ¡paf!; ¡zas!, ¡paf!; ¡zas!,…
estorbaban el concierto de las ranas…
Nadie podía callar el caos y la
bulla de la hacienda… porque cada especia decía lo que parecía bien y lo justo,
nadie era líder, pero todos tenían hambre…
De pronto, desde la puerta se
escucha los repiques de la campana, ¡din don!, ¡dindon!; ¡din, don, dan!, ¡din,
don, dan!, calmo la bulla y todos se quedaron ansiosos de saber de quién estaba
en la puerta…
EL
DIÁLOGO ABRE LAS PUERTAS DEL INTELECTO…
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